lunes, 14 de diciembre de 2015

La conquista de Córdoba por los almogávares

 
Imagen tomada de Wikipedia



—“Dios por San Jorge bendiga mi familia”
 
Las siniestras figuras terminaron de rezar, tras hacer la señal de la cruz se incorporan y levantan la cabeza para mirar la imponente muralla de la ciudad de Córdoba que tenían ante si, uno de los baluartes del mundo árabe, inexpugnable hasta el momento para Fernando III rey de Castilla El viento hacía sisear sus ropajes musulmánes, pero se sentían seguros al abrigo de la noche, ya que la luz de la luna no llegaba donde ellos se encontraban.
 
Clinc. El ruido metálico de la escala al engancharse en el almena de la muralla fué más alto del que los asaltantes esperaban, tras unos eternos segundos con la respiración contenida, temerosos de que el latido de sus corazones les delatase, comienzan a escalar, seguros de que ningún vigía musulmán les había escuchado. Domingo Muñoz, adalid de Andujar, encabezaba el asalto.
 
—Como esos malditos moros hayan mentido,esta noche cenamos con San Pedro. Dijo Benito de Baños, un capitán almogavar en alusión a unos traidores musulmanes que habían capturado días antes, fueron atrapados huyendo de Córdoba y declararon que la ciudad se encontraba bastante desprotegida

—Voto a Cristo que si están en lo cierto, y estos seguidores del islam están dormidos en los laureles, no les voy a negar la santa extremaunción. Dijo Ordoño Álvarez, un caballero leonés.
 
Amparados por la oscuridad, avanzaron por la muralla hasta un puesto de guardia. El plan era sencillo, los almogávares por su condición de tropas de frontera dominan el idioma árabe a la perfección, esto les ayudará para hacerse pasar por una inspección, los defensores solo tendrían tiempo de un último rezo a Alá. Para la empresa estaban equipados con una cimitarra y con una daga árabe al cinto y entre los ropajes escondían las azconas, más cortas de lo habitual para poder ocultarlas.
 
El puesto de vigilancia se encontraba a solo unos metros, la suerte estaba echada, tenían que matar a los guardias antes de que estos dieran la señal de alarma. Avanzaron en perfecta formación para no despertar sospechas de los defensores. Álvaro Colodro un capitán almogavar lideraba la marcha, al llegar hasta a la altura de los vigías se adelanta y empieza a hablar con uno de los guardias en un árabe tan perfecto que ni el más erudito seguidor del Corán sería capaz de apreciar su acento castellano. Al cabo de unos segundos el jefe de guardia se acerca.
 
—Salam aleikum. Fueron las únicas palabras de Colodro, una ironía del destino, literalmente la paz fue con ellos. Habían acordado que el saludo árabe era la señal para iniciar la carnicería, antes de que el defensor devolviera el saludo, el castellano le cortó el cuello con la jambia que llevaba a la cintura y el resto de su guardia corrió su misma suerte, los españoles se lanzaron sobre los defensores como lobos sobre su presa, la masacre fue rápida y eficaz, eran hombres que aprendían a manejar la espada antes que a hablar y realizaban su trabajo de manera formidable, si Dios tenía un arma en la tierra, era sin duda la almogávar.
 
El ataque no fue tan exitoso como esperaban los cristianos ya que a pesar del efecto sorpresa, dos de los agredidos se resistieron al encuentro con sus vírgenes que les esperaban en el paraíso y consiguieron huir de la carnicería y dar la voz de alarma.Aunque esto no estaba entre sus planes, la perspectiva de una cruenta batalla no les desagrada, no había mayor honor para un cristiano que morir tratando de liberar su tierra de los herejes musulmanes.
 
—Parece que esto, al final, va a ser divertido. Dijo uno de los soldados,a lo que todos comenzaron a reír, no es que no tuvieran miedo a la muerte que la tenían como cualquier hijo de vecino, pero la lucha para ellos era como el respirar, era parte de su ser y esa noche en Córdoba ante los ojos de Dios iban a llenar sus pulmones de la fragancia de la batalla.
 
Comenzaron a encenderse luces por el arrabal, por lo que el asalto fue reanudado de inmediato, con la disciplina militar de siglos de lucha, los asaltantes volvieron a formarse, pero esta vez liberados de los disfraces, quedando al descubierto las cotas de mallas y el blasón de castillo dorado en campo rojo.
 
El asalto siguió su curso hasta la puerta de Martos, en ese momento los musulmanes ya había organizado un contraataque, un numeroso contingente de defensores se habían reunido y comenzaban a avanzar hacia los cristianos, caminaban seguros de su superioridad numérica y escolarizados por el olor de la sangre de sus hermanos muertos, los castellanos se atrincheraron en la puerta, eran concientes que tenían que aguantar hasta el alba,  la llegada de los refuerzos.
 
Domingo Muñoz ordenó agruparse en la estrecha entrada, donde se podía igualar la superioridad numérica, los castellanos formaron un muro de lanzas, los árabes por su parte conocedores de la fiereza de sus rivales en el combate cuerpo a cuerpo, no se atrevieron a luchar contra ellos, temerosos de ser masacrados, aguardaban la llegada de los temidos ballesteros, esperando que estos barrieran a los cristianos.
 
—Allahu Akbar, Allahu Akbar,Allahu Akbar. Los defensores cordobeses comenzaron a invocar su grito de guerra, a los pocos segundos cayó la primera andanada de saetas sobre los asaltantes, estos no retrocedieron ni un centímetro su posición a pesar de las heridas sufridas sabedores que su momento había llegado.

Por fin amanecía, al caer los primeros rayos de sol, el adalid ordenó abrir la puerta de Martos y salir de la ciudad, esta señal fue interpretada por los árabes como una retirada y corrieron tras ellos para terminar con sus vidas, sin orden abandonaron la seguridad de sus muros, solo para ver la imagen más aterradora jamás vista ,que para muchos de ellos sería la última de sus vidas.
 
Pedro Ruiz Tafur aguardaba en las afueras de la ciudad con cientos de almogávares, de los cuales muchos iban a caballo, al ver a los musulmanes llegar, estos comenzaron a entrechocar sus armas contra el suelo, provocando miles de chispas que junto a los rayos de sol reflejados en sus armadura, hicieron que el terror corriera como la pólvora entre los hijos de Alá.
 
—Aur, aur, desperta ferro, Aur, aur, desperta ferro. Ahora eran los cristianos los que gritaban, los musulmanes presas del pánico comenzaron a correr hacia la ciudad, pero la puerta era demasiado pequeña para que entraran todos, se formó un embudo que taponó la entrada y dejó a muchos defensores fuera que tuvieron el honor de dar su vida por su Dios a manos de las espadas y lanzas almogávares.

En el año 1236 de Jesucristo nuestro señor, la ciudad de Córdoba antigua capital del califato y uno de los bastiones del mundo árabe,fue conquistada por Fernando III rey de Castilla, gracias al valor  y arrojo de un puñado de almogávares.

(*)Agradecer al blog "Enigmas de Córdoba" ya que me sirvió como fuente de información para el relato (Enlace del blog

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